En Alborea
“La cercanía relacional, y no meramente clínica, con el enfermo, considerado en la unicidad y en la integridad de su persona, impone el deber de no abandonar nunca a nadie ante la presencia de males incurables. La vida humana, debido a su destino eterno, conserva todo su valor y toda su dignidad en cualquier condición, también en la precariedad y en la fragilidad, y, como tal, siempre es digna de la máxima consideración”.
Cada caso es único y debe valorarse de forma individualizada